Es tarde y la noche está muy avanzada, en Spotify suena «over the rainbow» y es uno de esos momentos en los que me gusta subir un post como este mientras mi cabeza vuela libre. Y es ahora cuando quiero hacerlo. Porque es un reportaje especial y me gusta publicarlo mientras mi corazón es más permeable.
Me hace pensar en muchas cosas y en especial los grandes regalos que este mundo de la fotografía de bodas me ha dado.
Existe en mí una tendencia inherente en pensar mucho más en el pasado que en el futuro o el presente. Siempre hay un halo de nostalgia en todo lo que hago por esta razón, y quizás es por eso que muchas parejas confían en mí y encuentran un poco de todo estos en las instantáneas que luego se llevan.
Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo creo que no es así: aun quedan grandes libros por leer, pero muchos de los que ya leímos dejan una impronta profunda y nos definen como personas.
No pienso mucho en lo que puede durar esta maravilla de profesión que un día se puso delante de mí. No sé si seguiré al frente de esto durante 10, 20, 30 años… supongo que lo haré mientras pueda mantener la capacidad para mover con mis fotografías algún corazoncito.
Pero la realidad es que en momentos como ahora, mientras la lluvia cae en el exterior, y el viento se cuela por rendijas recónditas de la casa, vienen a mi cabeza todas esas experiencias y personas que con los años han formado parte de todo esto..
Y es casi inevitable que no aparezca Maria Isabel. Es inevitable porque con ella se cruzan muchos caminos, muchas situaciones y muchísimos recuerdos bellos.
Ella es compañera (una gran fotógrafa de infantil y newborn), confidente, consejera y sobre todo amiga fiel.
No sé en que momento, (y curiosamente tampoco recuerdo la manera) en la que la conocí. El caso es que nos encontramos en esta parte del camino y comenzamos a andar…y han pasado muchos años. De ella he aprendido mucho de la fotografía, de emociones, de la vida…y de pronto un día me di cuenta de que Maria Isabel ya era parte indispensable en mi pequeño mundo.
Y un día de tantos, en una de nuestras innumerables charlas me lo dijo; no fue una pregunta…fue una afirmación rotunda: que sepas (me dijo) que nos casamos este año y tienes que ser el fotógrafo de nuestra boda. No me dejó ni la opción de responder…aunque sinceramente creo que los dos sabíamos la respuesta a esto desde hacía ya mucho tiempo.
Es emocionante pensar en ello, por eso estas fotos no son como las demás…porque estas fotos son parte de ellos, pero también son parte de mi..
Ella es muy grande, y por eso Emilio está a su lado…porque la vida normalmente suele poner cerca para que nos acompañe a gente grande que hace que seamos mejores. Es pura termodinámica emocional.
Puedo contaros mucho más, pero quiero guardarme algo para el post de su reportaje de su boda en el que ya estoy trabajando.
Así que voy a ir dejando esto para irme a la cama…que ya es hora, con un gran recuerdo de esos días. Me siento muy feliz de recordar que ellos me eligieron: siempre es un orgullo que guste tu trabajo (sobre todo a un profesional de la fotografía), pero que le guste a alguien a quien admiras…eso si es «Over the rainbow«.